Fuera de lugar
Martín Guerra Muente
2015
Hay en esta nueva exposición de Claudia Coca algo que, si se me permite la idea, está fuera de lugar. El primer indicio de esta afirmación es, acaso, el espacio donde estamos. No es habitual que el trabajo de Claudia se presente fuera de cierta institucionalidad artística. Algo de síntoma tiene dicha decisión. El segundo indicio sería el de la desaparición de una estrategia pictórica que la ha acompañado en toda su trayectoria como artista: el de la figuración de la imagen. Pues en esta última entrega, la representación de los cuerpos ha sido reemplazada por una coreografía, más bien, de palabras. Un desplazamiento de cierto territorio reconocible hacia uno mucho menos legible.
Y aunque Claudia vuelve sobre los temas que tanto la obsesionan, como el de la colonialidad de la mirada, en este territorio fuera de lugar se generan extrañas apariciones, se producen relaciones inesperadas, violentas desapariciones, caídas de imágenes en medio de las palabras, relámpagos verbales que imitan el despliegue de la imagen y la hacen volar en pedazos.
Hay un doble juego en esta danza caligráfica, el de cierta estabilidad de la palabra, como algo que significa, y como un simple significante, una huella que remite a muchas cosas y a nada a la vez. Palabras que en una suerte de paradoja son imágenes negadas, imágenes latentes que no terminan de aparecer. Delegar el sentido a la palabra dibujada, a la palabra como caligrama, es proponer un dispositivo híbrido en el que participa el ojo y el cuerpo en un movimiento lleno de tensión: no sabemos si leer o mirar; si traducir esos paisajes conmocionados o descifrar ese enigmático vocabulario que comparece frente a nuestros ojos.
Estos paisajes nos ofrecen un juego de transferencias entre la presencia y la ausencia, la afirmación y la negación, lo significante y lo a-significante. Una puesta en suspenso de los cuerpos, el enigma del texto como un dispositivo crítico de aparición. Eso que Canclini llama una “estética de la inminencia”: mostrar lo que no se puede o no se debe, incomodar, aunque esto parezca imposible. Palabras dispersas que desestabilizan el lugar del lenguaje como forma de poder pero también como forma de representación; palabras como umbrales de significación, como intersticios de aparición y fuga. Como las palabras que el mar intenta borrar, o que deja varadas en ese ignoto paraje. La inminencia como propuesta estética y política, como una desemejanza de esa identidad del lenguaje y las imágenes. Territorio liminar que nos deja a todos fuera de lugar.